Turbio

A veces olvido lo bien que se siente portarse mal.

Romper la regla de la sonrisa de cara y puño de corazón, transformarse en lo desconocido y atravesar lugares oscuros de la mano de seres inertes, dejar de pretender que todo está bien para probar el sabor de lo que está mal.

Cambiar de bandos rozando pieles que gritan que cuando suene el timbre todo volverá a la realidad. Subir a las nubes y recorrer todo el mundo en un solo momento. Qué bien se siente lo que está mal y si nos van a quemar que prendan en fuego sus corazones hipócritas, perfectos e ideales donde el dinero es el jefe y los súbditos son los pordioseros.

Extrañar entrelazar mundos ajenos, conversaciones sin sentido, abrazos no pedidos y el corazón acelerado. Beber aguas turbias llenas de sanación, que con cada sorbo se llevan la pena y curan el alma que me envenena.

Y si dicen que me porté mal no lo creerán, una cara amable, una sonrisa, mi rostro iluminado y todo funcionará. Este es el retrato escondido, el que no se exhibe en la pared, aquel que como al pobre Dorian, guarda los temores, los pecados, los pensamientos malhechores y todo el sinsabor de creer que está bien lo que hace tanto mal.


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